*En el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla se rinde homenaje al sacerdote que murió quemado por negarse a contar los secretos de confesión de la Reina Johanna
Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- La mansión tiene las puertas abiertas de par en par para que cualquier puede entrar. Algunos la ignoran y otros se persignan al pasar frente a ella, como lo hacen en el templo a unas cuadras dedicado al Niño Cieguito o en El Carmen.
A diferencia de lo que se puede considerar una mansión, aquí no hay muebles de lujo, sino unas bancas de madera largas, divididas en dos filas, una tras de otra y al frente hay un altar con un Cristo al centro y a los costados imágenes con figuras religiosas.
Se encuentra en la calle 16 de Septiembre del Barrio del Carmen de la capital poblana: se llama Mansión de San Juan Nepomuceno, un sacerdote que fue canonizado. Se dice que murió quemado en las axilas, ya que no quiso contarle a contarle al rey Wenceslao en Bohemia, los secretos de confesión de la reina Johanna.
La edificación fue construida en 1827 por el Deán Fernando de Áviles, uno de esos hombres con un cargo eclesiástico que llegaron a administrar propiedades en la Nueva España para la instrucción del clero, en especial los pobres.
La fachada es salmón con detalles blancos, en la parte inferior de las paredes y alrededor del marco de la puerta de madera que sobresale entre los comercios como una farmacia. Los pocos inmuebles coloniales de pie sobre esta cuadra.
Afuera mucho ruido, música a todo volumen y el rechinar de las llantas de los vehículos que circulan por la manzana, los pitidos de unidades del transporte público. La mansión está junto a una farmacia y un consultorio médico, a una cuadra del Parque del Carmen y frente a una tienda de disfraces que a veces sube el volumen de la bocina, en la que hoy retumba con la voz de Andrés Calamaro, un cantautor argentino.
Flaca, no me claves, tus puñales, por la espalda, tan profundo, no me duelen, no me hacen mal
Es miércoles al mediodía y una mujer con el cabello plateado a paso lento sale de la mansión, sostenida del brazo de otra mujer más joven. La casona tiene las puertas abiertas de 10 de la mañana a 6 de la tarde, excepto los lunes. Eso dice la manta pegada en el portón café.
En la fachada de lo que pareciera una capilla, está una placa informativa en la que se señala que no es cualquier recinto religioso en una calle donde hay tantos templos y por qué es una mansión.
En una esquina, con dos pares de arreglos florales, hay una vitrina con una figura de menos de 50 centímetros al interior, con los ojos llenos de sangre y una cruz en la mano izquierda.
Se trata del niño cieguito, una figura religiosa muy venerada en esta zona de la ciudad, la cual tiene su propio templo, pero aquí pareciera ser igual de reconocido y adorado por los creyentes católicos.
Al buscar más sobre esta mansión de puertas abiertas. las páginas de internet repiten la misma información, sobre el hombre que ordenó su construcción, para qué servía el espacio y cómo es uno de los lugares del Carmen del que se habla poco.